Cuando esta vida abandone,
camino del Mas Allá,
al marchar mi cuerpo humano
en busca del Gran Misterio.
¡Dejad, que os acompañe
mi perro!
Y si en las tardes soleadas,
o en el frío y crudo invierno
no vais a depositar,
una flor sobre mis huesos.
¡Dejad al menos
que me visite mi perro!
Y si una oración piadosa
no elevareis a los Cielos
porque ¡Oh torpe de mí
no he sabido merecerlo
¡Dejad que lleguen a Dios,
los aullidos de mi perro!
Charo A. Morilla
(Infantes C. Real 1.974)
No hay comentarios:
Publicar un comentario